La Barquilla de Ramón


El fin de semana pasado fui a Barbate a ver mi familia y salí a pescar en la barquilla de mi cuñao Antonio.
Salimos a las seis de la mañana y estuvimos pescando frente a Conil, donde se coge un buen pulpo.
Estando pescando con las pulperas me puse a recordar cuando yo era chico.
A mi no me gustaba ir a la escuela y entonces me escondía  en el barco del que mi padre era el patrón y en el que también faenaban mis hermanos  mayores y algunos primos mios.
Cuando alguno de los marineros bajaba a la proa, ahí estaba yo escondido y me decía: “Chiquillo…¿qué haces ahí?” Y le gritaban a mi padre: “¡Ramón, tu hijo chico está a bordo!”.
Mi padre me decía: “¡Te voy a coger y te voy a echar al agua! ¿Que haces ahí que no estás en la escuela”?, y yo respondía: “Que voy hacer aquí papá, yo quiero trabajar con vosotros”.
-“Tu hermana Carmen estará preocupada por ti”.
Y mi padre tenia que llamar al armador a decirle que yo estaba en la mar con el y con mis hermanos para que avisara a mi hermana.
Yo quería ir a la mar que es lo que mas me gustaba, a pesar de que la vida en la mar es muy dura, pero a mi eso no me importaba.
Asi que mi padre me dejó por imposible y yo inicié mi vida en la mar.
Yo siento el mar como un lobo marino.
Hoy, al cabo de los años, me acuerdo de aquel principio y deseo que este barco que es Ramón pueda salir a flote, porque no esta hundido y tiene que navegar con los vientos y marea a mi favor.
Solamente depende de mi, para llevarlo a un buen puerto.
Yo soy el patrón de mi barco y quiero navegar otra vez, ya que no puedo estar sin la mar y sin los marineros, navegando por todos los mares del planeta.



DON RAMÓN  

Un día más en la calle


La vida en la calle es triste porque te acompaña la soledad. Y la soledad es muy mala.
Esto lo estoy escribiendo en la escalera de un portal de una casa cualquiera de Cádiz. 
Aunque hoy en día es muy difícil encontrar un portal abierto, y si lo encuentras, corres peligro de que venga algún vecino y quiera echarte a la calle.
Y eso si que duele, porque te ves impotente y marginado.Y entonces es cuando rompes a llorar como un niño chico, porque sientes que no hay amor ni humanidad entre las personas.
En esos momentos echo de menos mi casa y a mis padres que lo daban todo por mí. Y en la situación que estoy con más veras, porque he tenido unos padres maravillosos. Yo les pedía la olla de comida para darles de comer a las personas que estaban viviendo en la playa y me la daban, y mi padre me daba para comprarles un par de litronas y el pan.
Eran buenos como personas y grandes de corazón. Por eso digo que si mi madre estuviera viva a mi no me faltaría nada de nada, tendría su amor y su compañía.

Manuel