Para encender la esperanza

Todo empezó porque el compañero Antonio decía que el mundo está lleno de dolor y miseria.
No le falta razón.
En este mundo que nos ha tocado vivir hay mucha gente que tiene muy poco, o no tiene siquiera lo mínimo necesario para poder vivir, y hay unos pocos que tienen mucho más de lo que necesitan. Los poderosos acumulan las riquezas y manejan la economía, los gobiernos, los medios de comunicación, los ejércitos... para que todo siga así, para que nadie amenace su poder.
Pero algunos creemos que, para poder cambiar el mundo es imprescindible la esperanza. Si no tenemos esperanza, si solo existe la oscuridad y la tristeza...¿para qué hacer ningún esfuerzo por cambiar las cosas? ¿para qué vivir siquiera?
Creemos que, en medio del dolor y la miseria, podemos encontrar también la solidaridad, la alegría, los sueños, la felicidad incluso.
El mundo está oscuro como una noche cerrada, pero en mitad de esa noche negra se enciende una cerilla. Es la luz de una persona buena, de un proyecto solidario, de una iniciativa pequeñita que trata de mejorar el mundo.
Es una luz chiquita, humilde, pero si te fijas, no está sola, hay otras muchas. Son miles, millones de luces en la oscuridad.
Así que nos hemos propuesto buscar esas luces, comprobar si son pocas o muchas y si son capaces de despertar nuestra esperanza.
Empezamos rescatando el ejemplo de Las Patronas, un grupo de mujeres humildes que se buscan la vida para hacer llegar comida y agua a los inmigrantes ilegales que atraviesan México apiñados sobre los trenes, camino del sueño americano.
Después de ver el documental, alguien comentó que aquellas mujeres vivían también en la pobreza. Pero es que, muchas veces, los ejemplos nos muestran que son las personas que menos tienen las que comparten con más facilidad lo poco que tienen, las que son más solidarias.
Luego, también conocimos el caso del "Biblioburro", y de como Luis Soriano puso en marcha esta iniciativa para llevar la lectura a los niños de la sierra en Colombia.
De nuevo, alguien dijo que aquellos niños también viven en la pobreza, y que el biblioburro es solo un pequeño remedio en medio de tanta necesidad. Pero es que, dijo otra persona, a veces la esperanza, o la felicidad, o la alegría no tienen que ver con grandes cosas, sino con cosas pequeñitas, humildes, insignificantes, incluso. Así que seguimos viendo ejemplos, y ahora fue el caso del proyecto "Un litro de luz" que ilumina el interior de las oscuras chabolas en Manila.
"Eso si que es pobreza", comentó un compañero, pero quizás es un buen ejemplo de lo que decíamos antes: "a menudo la diferencia entre la luz y la oscuridad es muy pequeña: una botella con agua y lejía". Tal vez debiéramos preguntarles a las personas que viven en San Pedro Maligaya si les parece importante esa pequeña diferencia.
Por último -y por ahora- fijamos nuestra atención en el caso de la asociación "Mayapedal, en Guatemala, que recicla bicicletas viejas para convertirlas en desgranadoras de maiz, o en bicilicuadoras, o bicilavadoras, o cualquier otra bicimaquina útil para mejorar la vida de la comunidad.
También aquí estaba presente la pobreza, pero, como en los otros ejemplos, también estaba muy clara la organización de la gente. "Hasta tienen una página web en Internet y vienen personas de otros países a aprender de su experiencia". Parece que esta idea, esta luz, está encendiendo otras lucecitas, aquí y allá.
Así acabó la primera etapa de nuestro viaje.
¿Están cambiando el mundo esas pequeñas y humildes experiencias?
Pero, quizás, después de conocer estos cuatro ejemplos, tu también tengas algo que decir.
¿Te animas?